Artículo de Opinión
18 dic. 2020
Larga vida al barrio
NICOLÁS GORBEA I Santutxu, Bilbao
Es curiosa la forma en la que nos asemejamos a los animales. Pasamos los primeros años pegados a nuestros progenitores, que nos cuidan y protegen a la vez que alimentan, como si se tratase de un símil becqueriano con sus famosas golondrinas. Tras ello, comenzamos cada vez a tener una mayor autonomía, hasta abandonar el nido y la familia para comenzar la búsqueda de nuestro propio ser, de construir nuestro nido particular. Es el ciclo de la vida y esa vida es el tiempo que sucede entre que vemos la luz en este mundo hasta que la apreciamos por última vez.
Ese nido en el que crecemos está a su vez situado en un árbol, que representa el barrio en el que nacemos y crecemos. Esas calles que vamos viendo variar año tras año, como las ramas que varían, se rompen, se llenan de nuevos habitantes... Calles por las que correteabamos cuando aún no habíamos aprendido a volar. Lugares que se nos han quedado marcados, para bien, para mal, o simplemente grabados en nuestra retina hasta el último de nuestros días. Parques en los que hemos pasado tardes inolvidables con los amigos. La librería de la esquina donde comprabamos las revistas cuando nos sobraba algo de dinero tras hacer los recados. Esas plazas, lo suficientemente amplias como para parecerles pequeñas a aquellos que estaban jugando al escondite e inmensas para aquel que les estaba buscando. Ese banco, en el que diste tu primer beso, ese campo en el que jugabas los partidos como si de una final europea se tratase.
Santutxu es ese barrio que carece del significado intrínseco de la palabra “barrio”, ya que recoge mucho más allá lo que es la unidad, el calor de la gente, la solidaridad, la felicidad de los más pequeños, … Tras estos meses en los que hemos acudido numerosas veces al barrio, hemos escuchado a sus habitantes y hemos intentado dar voz a sus comercios, aprendimos que por muchos contratiempos que se presenten, los problemas se resuelven unidos, ayudándonos unos a otros. Hablando con los comerciantes de la zona, muchos coincidieron en algo: concordaban en ese sentimiento de solidaridad ciudadana que hubo tras el estado de alarma con el pequeño comercio, en esa fraternidad con el cierre de la hostelería, que llenaba de pesimismo y miedo el tanque, ahogando a muchos comercios y por ente a una gran parte del barrio que salió malherido.
Sorprende y te alegra a partes iguales. ¿o acaso a ti no? El hecho de que un cliente pida dos cafés y pague con 5 euros sin querer vueltas a cambio, todo por los bares, esos nexos que nos unen a todos y estructuran gran parte de nuestra vida social. La solidaridad no es el único valor a destacar de este barrio bilbaíno, la cultura y el deporte son dos pilares en esta vida de barrio. Pese a que vengan mal dadas, esta sociedad en la que tengo confianza, se ha sabido y sabrá reponerse de cada una de las batallas de las que salga.
De hecho, por todo eso, en un momento en el que debería de ser lugar para celebración, con estas fiestas navideñas tan atípicas este año. Merece la pena echar la vista atrás a este año y despedirlo por todo lo alto. Por eso, desde este medio, os pedimos un favor, despedid el año; despedidlo bien, por todo lo vivido estos 365 días y lo que nos queda por vivir todavía. Levantad la copa al cielo y gritad, «¡larga vida al barrio!».